Julia Arteaga Aguilar nació en Albacete hace 34 años y, además de en su ciudad natal, ha vivido en Siena, Miami, Porto San Giorgio, Londres y Valencia. Habla, además del español, inglés, italiano y francés. Su empresa Yoguineando comenzó en 2015 cuando trabajaba en un centro de yoga en Londres como recepcionista. En los momentos en los que no había trabajo se ponía a dibujar con el ratón del laptop contando las anécdotas que le ocurrían como alumna en las clases de yoga a las que asistía. En 2016 dejó de guardarse las viñetas para sí misma y comenzó a compartirlas en las redes. Fue un boom. La gente fue pidiéndole más viñetas, posts más elaborados y así en 2016 creó un blog llamado Yoguineando. En 2017 la editorial Larousse le ofreció escribir su primer libro, Yoga con humor. Fue el año que Julia obtuvo la formación de profesora y comenzó a impartir clases a la par que iba nutriendo su blog de nuevos posts. De ahí surgieron manuales, cursos online, etc. En estos 4 años ha trabajado sola hasta ahora, que cuenta con una chica maravillosa ayudándole con la web. Afirma Julia que los cambios que se han producido han sido geniales, ya que al tener más alcance cada vez, recibe más volumen de trabajo y tiene que ir contratando ayuda.
Su área de especialización es explicar el yoga con sencillez y humor. Hacer fácil lo difícil y divertido lo aburrido. Sin embargo, también piensa que es contar la verdad y abrir los ojos a los practicantes. Afirma que hay demasiados mitos en el yoga, que por más que los expliques de diferentes formas, las redes sociales siguen perpetuando esas ideas erróneas del yoga. Por ejemplo, lo que más le piden sus clientes son milagros. Literalmente, le han llegado a pedir esto: “cómo ser constante en yoga si no puedo ir a un centro de yoga y no quiero hacer yoga en casa”; y “cómo puedo conseguir esta postura sin practicar cada día”; y “cómo puedo meditar si no me gusta sentarme a intentarlo”. Instagram les hace creer que pueden mejorar sus vidas sin mover un esparto. Julia les cuenta la verdad, derriba mitos y les pone manos a la obra de una forma real, amable y divertida. Nos indica Julia que al principio, era tan friki del yoga que simplemente sintió una necesidad imperiosa de expresar lo que tenía en la cabeza. Dibujar viñetas de yoga era su meditación. Pero cuando las compartió y vio que recibía mensajes de agradecimiento como “Gracias a ti ahora entiendo esta postura”, “ahora ya entiendo qué significa este concepto”, “ahora mi práctica es mejor”, etc., eso le llenó de motivación. Ayudar a la gente es su gasolina, es lo que le empuja a hacer su trabajo mejor cada día.
¿Cómo es la primera clase de vinyasa yoga? ¿Cómo está conformado el plan de estudio que impartís?
Para una persona que nunca ha practicado vinyasa yoga, una clase así siempre le resulta demasiado dinámica. Tiene que estar mirando al profesor o a los compañeros todo el tiempo, se agobia… pero es normal. A no ser que el profesor reduzca el dinamismo al nivel de una sesión de hatha, esta suele ser la primera impresión.
Pero esto es algo perfectamente normal, ya que cualquier estilo de yoga sorprende al principio.
El plan de estudios difiere mucho de un profesor a otro. Yo cada año tengo un hilo conductor de todo el año académico para que a final del curso hayamos conseguido un objetivo físico, mental y emocional. Suelo mantener los objetivos, pero voy cambiando las clases, ya que tengo muchos alumnos que siguen conmigo desde el primer día y quiero darles cierta variedad.