Miguel Anxo Rivas es un fotógrafo natural de Lugo, Galicia. Tiene 51 años y su amor por la fotografía le ha acompañado siempre, así como la afición por esta disciplina artística. En una ocasión, por casualidad y casi de rebote, realizó la sesión fotográfica de una boda. Fue debido a esto que surgió en él la chispa de verse como fotógrafo profesional. Se sintió enganchado y quiso profundizar en ello.
Después, una desafortunada circunstancia familiar le encaminó a la fotografía documental de boda. Su padre primero y su madre después, fueron perdiendo parte de la memoria, lo que le hizo reflexionar sobre la manera en la que la fotografía permite guardar los recuerdos de un día tan importante como un enlace nupcial.
Su empresa es un estudio fotográfico especializado en fotografía de boda, y social. La historia de Miguel como fotógrafo es, por tanto, la de un amante de la fotografía que por aclamación popular de sus conocidos acaba montando el estudio y convirtiéndose en profesional. Es así como encaminó su talento natural y pudo convertir su pasión y su afición en su dedicación profesional.
Pensamos en nuestros clientes con la mirada puesta a 10 o 20 años vista… o incluso más. La idea es que esos recuerdos que se van a ir diluyendo inevitablemente con el paso del tiempo, sean reemplazados por las fotografías. Para ser más exactos, que las fotos sean la ventana a la que asomarse para poder entrar en sus recuerdos. Si conseguimos esto, ya está el objetivo cumplido. Si además podemos hacerlos de una forma artística y que impacte visualmente, el trabajo es redondo. No es fácil, y no siempre se logra al 100%, quien diga lo contrario miente.
El equipo es una herramienta, nada más. Ahora mismo, Sony corta el bacalao en este tipo de fotografía, pero mañana puede ser otra marca. Un artista inteligente siempre se dota del mejor equipo posible. A mí no me paga ninguna marca, por lo que no estoy obligado a usar una u otra. Usaré siempre la mejor que encuentre.
La organización se realiza siempre de la mano de los novios, o de los padres de los niños, es lo mismo. Mandan ellos; por mucho que nosotros podamos aconsejar, las decisiones las toma el cliente, que es el que paga. Después, la obsesión por buscar la perfección hace que vayas siempre con un exceso de equipo técnico y humano para que nada falle. Al final esto consiste en meterle horas y dedicarle atención y cariño. Naturalmente, la experiencia aquí también es un grado.
El vídeo es algo que depende por entero del cliente. Siempre preguntamos a las parejas si ellos «son de vídeo». Si la respuesta es sí, deben contratarlo, porque si no lo hacen lo echarán en falta y se arrepentirán de no haberlo hecho. Si el vídeo no les importa demasiado, es tirar el dinero. Acabará guardado en un cajón, después de haberlo visto 4 veces. Es algo que hay que decir con claridad, no pretender vender el vídeo por encima de todo. Las fotos las ves en el álbum, las llevas en el móvil… es más fácil verlas. El vídeo requiere pararse más, y acaba dando pereza verlo. Es también misión nuestra intentar que los novios «quieran» vídeos más cortos y dinámicos. Esto ayudará a que no sea un tostón como eran antes, y a que sean más fáciles de ver y enseñar.
El tiempo pasa de modo inexorable para todos y a veces tiene la crueldad de disolver los recuerdos hasta hacerlos irreconocibles ocultándolos bajo la pesada bruma de los años. Contra este proceso que nos acecha con la edad, la fotografía tiene el enorme poder de inmortalizar los momentos, captar y capturar sentimientos que nos embargaron junto a quienes más queremos. El estilo de fotografía documental que Miguel Anxo Rivas utiliza en su estudio fotográfico Pensamento Creativo utiliza este poder recordatorio de la fotografía apostando por una visión artística.