Pedro Jesús Gómez, nació en la ciudad manchega de Albacete. Es doctor en Música por la U.A.X. Es actualmente es catedrático de guitarra del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
La música significa para él una forma de vida, que permite tanto canalizar emociones y sensaciones hacia la expresión artística y además ayuda a aportar felicidad a un público que forma parte imprescindible de la comunicación musical. Desde 1984 en los escenarios, su vía de comunicación fueron los instrumentos de cuerda pulsada, entre los que por supuesto se encuentra la guitarra clásica.
En su opinión, la música clásica, o académica, inició hace un par de siglos un camino de sofisticación que desde mediados del siglo XX significó un alejamiento comunicativo del público hacia el que va dirigida, bajo la falsa premisa de que este tipo de música hay que «entenderla» para poder disfrutarla; premisa que en buena medida fue promovida desde los propios músicos, entre otros agentes.
Opina que una obra artística de calidad y proyectada desde la honestidad, es capaz de emocionar a cualquier ser humano, sea cual sea su bagaje intelectual y que tal vez el problema del distanciamiento de la música clásica de la sociedad en general, sea causa no tanto del público, como de los propios creativos.
Su actividad musical tiene dos facetas diferentes pero complementarias: la docencia y la interpretación, tanto en directo como de música grabada. Lleva compaginando ambas desde 1991, lo cual constituye para él, por un lado un amplio campo de enriquecimiento profesional y personal, pero también un alto nivel de exigencia y dedicación que trata que esté la mayor parte del tiempo, en un equilibrio creativo y enriquecedor.
Ha hecho música y enseñado en países muy diferentes de Europa y América, y aún le sigue maravillando la capacidad que tiene la música de llegar a lo más profundo de las almas de los seres humanos sea donde sea que se encuentren o el idioma que hablen.
Hace música como solista, con orquesta y música de cámara, y es en este campo donde más ha sentido lo maravillosamente grande que es la música como elemento universalizador de la humanidad.
Desde siempre ha tenido una tendencia a cultivar la parte del espíritu renacentista que se refiere al interés por diversas áreas de conocimiento. Pero si hemos de concretar, podríamos decir que su actividad se ha centrado más en la música española para guitarra clásica y la música renacentista y barroca tocada con instrumentos originales. Nunca se ha sentido especialmente cómodo con ninguna etiqueta de especialización. Si buscáramos una palabra que defina su actividad, es mejor llamarlo músico, que no es poco decir.
No tuvo una vocación de nacimiento, sino más bien por inmersión. Y tal vez algo de predisposición heredada de algunos de sus más inmediatos antecesores que sentían una gran afinidad con la música. Pero una vez en ella, se dio cuenta de lo positivamente que influía en él y lo que podía hacer por ayudar a los demás.
Por otro lado, le motivó una más pragmática decisión cuando, de adolescente, descubrió que la música es una actividad que no tiene edad, o mejor dicho, que tiene sentido en la vida de cualquier persona tenga la edad que tenga; tenía, por tanto, mucho tiempo por delante para aprender.
Hay pocas experiencias comparables al momento en el que sientes conectar con una persona en particular del público, o cuando al terminar el concierto alguien se acerca para agradecer el momento que acabamos de compartir. Por lo general, no somos conscientes de lo que la música significa para nosotros porque convivimos con ella de forma natural desde que nacemos, en todas sus diversas manifestaciones. Solo pensemos por un momento, ¿qué sería sin una vida sin música, de ningún tipo?….cultivemos y amemos la música, es parte de nosotros y el mejor reflejo del ser humano en su más amplio sentido, desde el comienzo de la humanidad
En nuestro ámbito trabajamos siempre con instrumentos hechos a mano por artistas conocidos como lutieres o violeros, su marca no es otra que la firma de su autor. Les tenemos el máximo respeto y agradecimiento a estos maestros constructores de instrumentos. Cada uno de nuestros instrumentos son piezas únicas, y establecemos relaciones sensitivas y emocionales con ellos más intensas y personales que con algunas personas, incluso.
Hay criterios objetivos que te hacen elegir un tipo de instrumento u otro: la claridad, el cuerpo y calidad de su sonido, su volumen sonoro, su comodidad de toque o de afinación, incluso la belleza estética o su peso. Pero la relación con un instrumento nunca se inicia con una seguridad absoluta de hacia dónde puede llevar, exactamente igual que ocurre con las personas con las que inicias cualquier tipo de relación. Hay instrumentos que se adaptan a ciertos músicos (y viceversa) de una determinada manera y no de otra, siempre es una aventura como la vida misma.
Tal es la relación personal de un músico con su instrumento, que caracteriza objetivamente el carácter de la música que él mismo desarrolla, que pueden imaginarse los lectores lo mal que llevamos los músicos las cada vez más restrictivas condiciones que ponen las compañías aéreas a poder viajar junto con nuestro instrumento. No existe seguro en el mundo capaz de compensar artística y emocionalmente la pérdida de uno de nuestros instrumentos. Son piezas únicas, y nuestra música nunca podría ser la misma con otro instrumento, aunque fuera de una valoración económica similar.
La guitarra afortunadamente se ha convertido con el paso de los siglos en el instrumento más extendido por toda la humanidad, se toca en todos los países del mundo, por personas de todo tipo de raza, edad, credo, género o clase social. Y podemos decir con orgullo que España ha sido, al menos, una de sus cunas más importantes, si no la principal.
Esto no ha sido por casualidad, sino debido a tres de sus principales características como instrumento: su portabilidad, su versatilidad (vale tanto para tocar como para cantar o bailar, y tocar música de cualquier género histórico o estilístico), y no vamos a negarlo, una cierta facilidad de aprendizaje en sus inicios como instrumento acompañante. También es, en mi opinión, uno de los instrumentos, cuya tímbrica tiene la cualidad de llevar directamente a lo más profundo de las emociones humanas.
La guitarra clásica no es más que una de las facetas de nuestro instrumento, eso sí, una de las que necesita más dedicación. Efectivamente, hace unos 230 años que se escribe la música para guitarra clásica en notación musical, por tanto es mejor ir aprendiendo a leer música a la vez que a tocar el instrumento. Pero no es esta la cualidad más necesaria para tocar la guitarra clásica. Paciencia, dedicación y amor por la música lo son más: y puedo asegurar que la recompensa es mucho más gratificante de lo que uno se puede imaginar cuando comienza.
La guitarra tiene una historia prolija, milenaria y muy diversa, ya que sus ancestros acompañan a los seres humanos y desde las antiguas civilizaciones mesopotámicas. Denominada así, «guitarra», en castellano aparece ya en el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, hacia 1330, en la baja Edad Media. También hay una serie extensa de «parientes» de la guitarra que englobamos en una enorme familia que reúne laúdes, tiorbas, cítaras o cítolas, entre otros, eso sin contar las arpas.
¿Las más antiguas?, depende a lo que nos refiramos: los primeros instrumentos con forma de ocho, seis cuerdas simples y una boca o tarraja sin rosetas de pergamino o madera, es decir, hueca, datan de la década de 1790. Aunque aún diferían bastante de las actuales. Hoy en día, esos instrumentos originales no pueden ser tocados, salvo muy contadas excepciones; su delicada construcción en comparación con otros instrumentos, así como diversos avatares en su evolución y su uso en la sociedad han hecho que no se conserven en condiciones.
Hoy en día tocamos copias fidedignas de nueva construcción, o en el caso de unos pocos afortunados, instrumentos originales de alrededor de un siglo de antigüedad, no más. Podemos resumir que la guitarra clásica, tal y como la conocemos hoy, fijó su forma y materiales después de la Segunda Guerra Mundial.
Pedro Jesús Gómez fue galardonado con el Premio Andrés Segovia de música española y otros premios internacionales. Ha actuado en EE.UU., Gran Bretaña, Grecia, Argentina o Brasil, entre otros países. Paralelamente se dedica a la enseñanza. Se ha esmerado en rescatar un patrimonio cultural utilizando copias de instrumentos y criterios de interpretación de la época, fruto de largos años de estudio, formación y trabajo, que cristalizan en esta formación.