Cuando era una niña, María Vicente Córdoba se pasaba el día pintando desde que regresaba a casa del colegio hasta la hora de cenar. Esta pasión no se trató solo de una fase infantil sino que ha dirigido su vida convirtiéndola en la diseñadora gráfica que es hoy: una profesional que está enamorada del diseño y de todas sus posibilidades.
Nacida en Zaragoza hace 29 años, esta catalana de adopción reside en Barcelona, donde dirige su empresa como autónoma, aunque varios de sus clientes son agencias y empresas con las que mantiene estrecha colaboración. Tras cursar el bachillerato artístico en Zaragoza, se trasladó a Barcelona para estudiar en la universidad Bellas Artes con especialización en diseño gráfico. Aquella niña que a los seis años dibujó su propia baraja de cartas, desde el as de oros hasta el rey de bastos, trabajó como diseñadora gráfica y web en varias agencias de marketing digital tras graduarse en la universidad. De este modo logró conocer el entorno práctico del sector y el trato con el cliente. Tras cinco años acumulando experiencia, decidió emprender su propio negocio, que sigue creciendo tras dos años de exitosa andadura.
Es fácil responder a esta pregunta: todas y cada una de las emociones que puedas sentir. Creo que lo apasionante del diseño es la capacidad de conseguir transmitir cualquier cosa simplemente utilizando composición, formas, colores y tipografía. Puedes realizar diseños tristes, alegres, que den miedo, que den asco, que sorprendan,… y todo utilizando las mismas herramientas.
En mi caso siempre he utilizado ordenadores de apple (iMac o Macbook Pro). En la actualidad quizá no haya tanta diferencia de especificaciones con respecto a otras marcas, pero cuando empecé a trabajar como diseñadora la diferencia era abismal a nivel de pantalla, rendimiento y ya me acostumbré a trabajar con ellos.
Como todo proyecto de diseño, se necesita un buen briefing para poder trabajar y realizar un trabajo que enamore al cliente. Creo que dividiría este briefing en dos partes: la parte empresarial y la parte gráfica. Para la parte empresarial necesito saber el nombre de la empresa, a qué se dedica, qué servicios ofrece, qué le distingue de la competencia, cuál cree que es su punto fuerte. Respecto a la parte gráfica necesito saber qué imagen quiere proyectar la empresa, es decir, cuáles son los adjetivos con los que definiría esta empresa (joven, innovadora, elegante, alegre, tranquilizadora,…), qué colores le gustan, si hay algún estilo de logotipo que prefiera,…
La parte gráfica es importante, porque, por lo general, aunque el propio cliente no se dé cuenta, ya tiene alguna idea preconcebida, pero que no es capaz de transmitir al diseñador; por eso, a través de estas preguntas, consigo extraer más información por parte del cliente. Una vez tengo esta información, ya puedo empezar a investigar, conceptualizar y ―por último― diseñar.
Por supuesto: es curioso que los primeros logotipos o marcas los utilizaban los artesanos para marcar su trabajo en los mercados y, de esta manera, poder diferenciarse del resto de miembros de su gremio. Hoy en día sigue siendo así pero añadiéndole el valor estético y buscando el equilibrio entre lo funcional y lo emocional.
En el mundo actual, tener una imagen propia y reconocible es vital para cualquier empresa o marca e incluso para un profesional autónomo que quiera diferenciarse de otros. Como María Vicente nos indica acerca de los artesanos en los gremios, la diferenciación otorga ventajas competitivas. Con un diseño gráfico de calidad podemos, además, transmitir sensaciones a los clientes acerca del carácter de una empresa o un profesional y otorgar prestigio a la imagen que reciben los potenciales clientes.