Comenzó a dedicarse a la fotografía después de muchos años con la cámara al cuello, y miles de disparos, de intentar fotografiar todo lo que podía. Hasta que llegaron las primeras sesiones remuneradas. Fué entonces cuando abandonó su trabajo como diseñadora web y se dedicó de lleno a su pasión.
Ella se llama Sara, tiene 32 años y es dueña del estudio “La Petite Foto” en Santander. De pequeña su madre siempre le reñía porque llegaba de los campamentos de 3 días, con 2 o 3 carretes, y en ninguna foto aparecía ella. Fue ahí cuando imaginó,que seguiría siempre con una cámara en sus manos.
Empezó en el mundo audiovisual estudiando gráfica publicitaria, y posteriormente se trasladó a Madrid para estudiar fotografía publicitaria. Años más tarde, se matriculó en la escuela de cine, para cursar Dirección de Fotografía, y terminar de nuevo en Madrid con el curso de Realización Audiovisual de 2ºgrado.
“La Petite foto”, es una empresa creada recientemente, ya que antes trabajaba para otras empresas. Tuvo la oportunidad de alquilar un estudio pequeño, pero decidió optar por el local en el que está actualmente, y se lanzó a la piscina sin saber muy bien qué sería de ella. Hace todo tipo de reportaje social, aunque lo que más le llena es la fotografía de boda, y reportaje de niños, pero desde un punto de vista documental. Deja que las horas pasen, y va capturando todo lo que pasa delante de ella.
En el día a día trabaja sola, pero para ciertos eventos como pueden ser las bodas tiene un equipo que siempre le acompaña.
Si, desde luego. Muchas veces, una sola imagen puede llegar a captar lo que sentimos dentro, ya sea por la luz, o el encuadre que estamos escogiendo a la hora de disparar, y puede hacer que la persona que está observando esa foto, le traiga recuerdos, o sentimientos.
Hoy en día trabajo con Nikon, me siento cómoda, y aunque he trabajado con otras marcas, vuelvo a Nikon. Me gusta mucho el rango dinámico a la hora del retoque, y la rapidez en el enfoque, que me sirve sobre todo cuando estoy fotografiando niños, ya que a mi me gusta hacerles correr, y que disfruten, y para sacarles una buena foto hay que ser muy rápido.
Yo siempre les dejo su tiempo de relax, les intento hacer bromas, que me cuenten cosas de la boda, y que estén lo más relajados posible, de esta manera puedo sacarles lo más natural posible y así se verán reflejados en las fotos, ya que casi el 99% de las parejas que vienen a mi estudio no son modelos, y si intento hacerles posar, parecen robots sin ninguna expresión.
Viajar me encanta, no especialmente he viajado siempre por temas fotográficos, pero si procuro que sea una parte importante del viaje. Para mi, fotografiar las personas de cada sitio y sus vidas diarias es poder enseñar cómo se vive en la otra parte del mundo. Y sin duda volvería a Japón. Es el sitio que más me ha impresionado, y cuando fuí apenas llevaba un par de años en el mundo de la fotografía. Ahora volvería para fotografiar cosas, que quizás hace unos años no me llamaron tanto la atención.
Cuando somos pequeños, soñamos con ser médico, bombero, policía etc. y la mitad de las veces, nos acabamos dedicando a otra cosa totalmente diferente. Existen caso como el que hemos contado, en el que sí se dió el caso y hoy en día fotografiar bodas es su pasión. Es muy importante cuando uno se va a casar, contar con alguien que realmente empatice contigo. Un profesional que cuente ese día tan especial, un fotógrafo que sea como contador de historias, pero a través de imágenes, que haga que uno reviva ese momento, como si estuviera ocurriendo. Para eso es muy importante acudir a un profesional al que le enamore su trabajo. Sólo así, siempre será ese día.