Marcos López Pajares, nacido hace 32 años en San Sebastián, donde residió hasta los 15 años, momento en el que su familia se mudó a Burgos. Años más tarde, estudió psicología en Salamanca. Una vez finalizados dichos estudios, se instaló en Madrid a continuar su formación y desde entonces, reside en la capital de España desarrollando su faceta profesional como psicólogo general sanitario en consulta privada. Le gusta el trabajo con niños, adolescentes y adultos, sobre todo, tratar de aportar su granito de arena en la vida de todas las personas que acuden a su consulta con el objetivo de que puedan sentirse mejor en su día a día. Actualmente, Marcos trabaja en un gabinete de psicología y psicoterapia llamado Alcea Psicología, compuesto por un total de 12 personas, 11 psicólogos y una administrativa. Marcos comenzó trabajando con niños y adolescentes en otro centro sanitario durante 4 años. A principios de ese cuarto año, decidió compaginar su labor como psicólogo infantil en otro centro, pero esta vez con adultos fundamentalmente. En este nuevo centro, llamado Alcea, lleva 2 años. Durante toda su carrera ha seguido formándose constantemente, pues considera que es importante tratar de dar el mejor servicio posible a todas las personas que acudan a ellos. Su formación ha sido variada, abarcando la terapia desde niños y adolescentes a adultos, tanto en evaluación como en intervención en distintos enfoques teóricos (gestalt, psicodrama, psicoanálisis, psicoterapia integrativa y análisis transaccional).
Actualmente, Marcos trabaja en equipo, aunque el trabajo con sus clientes es individual. Este es uno de los valores de Alcea que todos sus integrantes consideran muy importante. Todas las semanas se reúnen para comentar procesos terapéuticos, valorar opciones, y pensar juntos cuál ha de ser el trabajo a seguir. Siempre garantizando la confidencialidad de sus clientes por supuesto. En un principio, su formación y experiencia profesional se centraron en el abordaje de psicopatología infanto-juvenil. Paralelamente, comenzó a formarse en la evaluación e intervención de sufrimiento psíquico en adultos, lo cual le llevó a comenzar a prestar sus servicios en el centro actual donde ejerce. En el momento, abarca tanto la intervención con niños y adolescentes, como con adultos. Respecto a lo que demandan sus clientes, se podría decir que es muy diverso. Sin embargo, todas las peticiones o demandas tienen en común la existencia de sufrimiento y la necesidad de ayuda, orientación y guía. Explica Marcos que cada persona es un mundo, somos diferentes y, por tanto, considera que su labor debe centrarse en entender a esa persona, las circunstancias que rodean su vida para tratar de trabajar sobre ese malestar o sufrimiento. Marcos siempre ha considerado que las personas tenemos diversas capacidades, gustos y cosas de la vida con las que vibramos. En su caso, cuando era adolescente, no tenía muy claro qué quería hacer con su futuro. Un día se dio cuenta de que lo que le llenaba como persona era tratar de ayudar a otros. En ese momento, gracias en parte al aliento de sus padres, decidió estudiar psicología. Finalizados sus estudios y al empezar a trabajar, de nuevo confirmó que iba a empezar a dedicarse a algo que de verdad le apasionaba. Marcos siente que lo hace tiene sentido, que ayuda a las personas que se animan a consultar con ellos y que aporta algo de luz a sus vidas. Esto genera una sensación de conexión consigo mismo que le da fuerza y aliento a diario. Además, el sentir cómo las personas, al principio desconocidas, van confiando su vida, sus historias, sus vivencias en él, le genera un gran sentimiento de gratitud y responsabilidad que le dan sentido a lo que hace.
¿Cual es la diferencia entre un psicólogo infantil y un psicopedagogo?
La primera diferencia evidente es la formación. Si bien es cierto que a la psicopedagogía se puede acceder desde varios grados (psicología, educación infantil, pedagogía y educación primaria). Posteriormente, uno debería realizar un postgrado de psicopedagogía. En cambio, para ser psicólogo infantil, la única vía es estudiar psicología.
La diferencia fundamental entre ambas figuras radica en el objeto de estudio y de intervención. Si bien la psicología es la ciencia que estudia el comportamiento y los procesos mentales en general, la psicopedagogía es mucho más específica. Ésta se centra en el estudio de los procesos de aprendizaje y la educación, tanto en la infancia como en la adultez. En el área educativa, la labor de ambos profesionales se entrelaza, pues ambos tratan de ayudar a los niños y adolescentes. quizás el psicólogo tiene una visión más amplia de la mente y no está tan centrado en los procesos de aprendizaje. Sin embargo, ambos trabajan la toma de decisiones, la motivación, etc. En definitiva, son figuras diferentes, pero en contextos escolares, infantiles o académicos, sus funciones se pueden solapar.
Quizás, otra diferencia puede ser que el psicólogo puede abordar conflictos, problemas emocionales o conductuales, en los que el psicopedagogo no tiene competencias.
¿Que tipo de problemas o trastornos pueden mejorarse mediante la psicopedagogía infantil?
Desde mi labor como psicólogo, he de señalar que no soy experto en psicopedagogía, y quizás esta pregunta la podría contestar mucho mejor un psicopedagogo. Por tanto, si en algo me equivoco pido disculpas anticipadas. Pues bien, la psicopedagogía, según Paloma Vilches, se encarga de abordar algunos problemas del neurodesarrollo.
Algunos de los más frecuentes son: la dislexia en el área instrumental de la lectura, la disgrafía y disortografía en la escritura, la discalculia en el área de cálculo, algunas variantes del déficit atencional. También en el aprendizaje después de cambios cognitivos relacionados con enfermedades y accidentes, y dificultades de comprensión lectora. Sin embargo, remarcar que estos casos solo son algunos de los más frecuentes a los que se enfrenta un psicopedagogo.
¿Cómo se realiza el diagnóstico y evaluación de un paciente que asiste por primera vez a una de vuestras consultas de psicología?
Existen varias formas de realizar una evaluación. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el objetivo no es el diagnóstico, sino poder entender qué le pasa a una persona para que esté sufriendo. Muchas veces, la evaluación puede llevar a un diagnóstico u otro, pero debemos tener en cuenta que el diagnóstico por sí solo no dice nada de la persona.
De hecho, muchas veces supone un impacto negativo que estigmatiza más que ayudar a la persona. En este sentido, la evaluación se puede realizar con pruebas gráficas, con pruebas estandarizadas, con entrevistas más o menos estructuradas y con la anamnesis. Dependiendo del profesional, este podrá dar más importancia a unos instrumentos u a otros. Este proceso puede llevar varias sesiones. En nuestro caso, suele durar entre 4 o 5 citas. Pero repito, el objetivo ha de ser conocer a esa persona y entender qué le sucede y por qué.